
06 May YOGA LIFESTYLE
Despertarse con el sol, practicar, meditar, desayunar, trabajar muy slow bebiendo té, comer muy rico, sano y por la tarde disfrutar de la familia. Suena súper apetecible. Y súper idílico. Y para mí, un sueño lejos de la realidad.
El yoga llegó a mi vida en un momento que buscaba respuestas y llegó de una forma muy mental, sin mucha práctica de asana. Conecté con un estilo de vida mucho más respetuoso conmigo misma, conecté con chequear qué es lo que pasaba en mi mente y mi cuerpo, empecé a sentir qué me sentaba bien y qué no. Empecé a tomar decisiones que priorizaran mi bienestar.
La práctica de asana llegó poco a poco. Comprendí que las asanas también podían ayudarme a conocerme mejor, a saber qué necesitaba cada día o como desbloquear ciertas emociones. Entonces ya el yoga era un imprescindible. La práctica de asana es un momento de introspección, como una especie de meditación en movimiento. Es un ensayo para la vida real.
Por eso me gusta pensar que el verdadero yoga, el estilo de vida yogui empieza una vez que recoges la esterilla. Cuando sales a tu vida, a tu día a día, tus problemas y tus alegrías. Cuando sales al mundo y te enfrentas con lo que la vida tiene para ti. Es ahí donde el yoga tiene sus beneficios. Cuando tomas una respiración antes de reaccionar. Y mejor aún, no reaccionas sino que tomas acciones conscientes.
Cuando empiezas a ser capaz de en el peor momento, observarte desde fuera, sonreirte, quererte y también en los mejores momentos. Tomar perspectiva y poder ser feliz en los extremos de la vida. Eso es para mi yoga.
Y cuando empiezas a sentir, que a pesar de la «distancia» física, a pesar de que la mente nos dice que tu y yo somos entes diferentes, empiezas a sentir que en realidad todos somos uno. Eso es para mí un estilo de vida yogui.
Y para ti? Qué significa llevar un estilo de vida yogui?
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