
23 Abr ¿Por qué privilegiamos el ahora?
Es comprensible que se hagan esta pregunta en estos días de desasosiego e incertidumbre en que abruman las cifras crecientes de contagiados y muertos, la crisis financiera que se avecina y la parálisis social, laboral y educativa que se ha desencadenado a nivel global y en una dimensión nunca vista.
Entiendo este punto de vista, pero permíteme plantear otra pregunta: ¿Sabes por qué no nos sentimos en paz?
Te lo diré. La razón por la que no nos sentimos en paz, siendo la Paz siempre una opción posible, es porque en nuestra mente hay demasiado ruido: juicios, quejas, especulación, paranoia, interpretaciones del pasado y anticipaciones del futuro, un sinfín de variadas construcciones mentales desacertadas.
Buda, al sentarse bajo el árbol de Bodhi, se dio cuenta de estas construcciones y reconoció cómo la propia mente crea el sufrimiento, cómo bloquea la paz. Y dijo: “¡Oh, constructor de la casa! Ahora te he percibido. No volverás a construir esta casa.”
Así dejó de identificarse con su mente, se entregó al momento presente y a la Paz.
Volvamos a la pregunta inicial: ¿Por qué debo mantenerme en el momento presente cuando el momento presente es tan desagradable? Porque lo que estás evaluando en el instante de hacer la pregunta, no es el momento presente real, sino lo que tu mente está interpretando, anticipando y distorsionando. Tu mente está manipulando tu experiencia. Ya en el siglo I Epicteto, filósofo griego de la escuela estoica, nos iluminó: “Los hombres no son perturbados por las cosas, sino por sus opiniones sobre ellas”.
Entonces, ¿cuál es el próximo paso? Queda claro que Buda era un hombre excepcional, por decir lo mínimo; dejar de identificarse con la mente no es tarea fácil. También es cierto que la mente es una herramienta maravillosa, pero es preciso refrenarla para recuperar la Paz, que es un derecho inalienable, desde el nacimiento. Para lograrlo podemos seguir las siguientes cuatro recomendaciones que te ofrezco.
1 – Respirar de manera consciente
Empieza ya: inspira lentamente, observando las sensaciones dentro y fuera de las fosas nasales y usa la exhalación para soltar tensión. Repite por lo menos cinco veces.
Ahora, supongamos que:
- Estás a punto de dar un examen o hacer una presentación, ¿Qué pasa con el corazón?
- Estás corriendo para alcanzar un tren, ¿Qué pasa con la respiración?
- Acabas de chocar con otro vehículo, ¿Qué pasa con el estado de alerta?
Las respuestas describen reacciones originadas en el sistema simpático, que nos prepara para la acción y los momentos del estrés. Pero, por otro lado, en el caso de un estrés demasiado prolongado, el mismo sistema debilita al sistema inmune. Ahora bien, el sistema simpático es involuntario, automático. Sin embargo, la respiración es semiautomática. La podemos olvidar u observar, hacerla consciente. En este sentido se puede engañar a la mente cuando estamos en el modo simpático y facilitar la vuelta al sistema parasimpático, que nos prepara para la relajación y la recuperación tras un esfuerzo.
La respiración consciente no tiene límites, cuanto más mejor. Vale como una técnica de meditación, sentados y también en combinación con otras actividades. Es ideal para ponernos más en contacto con el cuerpo y mantener la calma. Respira, respira, respira.
2 – Desarrollar los sentidos
Estos días madrugo mucho. Abro la ventana para ventilar mi cuatro, pongo una varilla de incienso por fuera de la ventana y disfruto el olor que entra paulatinamente. De esta forma doy la bienvenida al día nuevo, un día lleno de oportunidades. Es temprano, por lo que mi desayuno suele estar acompañado por el canto de los pájaros, un sonido un tanto en desacuerdo con el flujo de las noticias globales. Las dejo de lado y me sumerjo en el sonido y en el aroma y sabor del desayuno.
Mindfulness ayuda a situarse en el tiempo y en el espacio usando los sentidos y las sensaciones físicas. Una clave es oscilar. Incluso cuando tengas que usar la mente para realizar una tarea específica, oscila entre la mente y el cuerpo. Esta práctica nos permite estar alertas a las señales del estrés (tensión muscular, respiración alterada, comportamiento compulsivo, etc.) y menos propensos a la sobrecarga.
Cada día está lleno de oportunidades de conectar con los sentidos. Debemos sacar provecho de ellos.
3 – Comprobar la realidad
Referirnos al pasado y al futuro es imprescindible para funcionar en el presente, en el mundo real. Del pasado aprendemos, de aciertos y errores. Sin la mirada al futuro y la reflexión sobre sucesos pasados, sería imposible crecer a nivel personal y avanzar hacia nuestras metas deseadas. Planificación, preparación, resolución de problemas, etc. requieren el tiempo lineal.
Pero todo esto vale y es positivo si lo hacemos en justa medida. Excedernos produce lo que conocemos como dolores emocionales. Un exceso de futuro lleva a una preocupación exacerbada, a la ansiedad, al pánico. Un exceso de pasado nos retiene en el resentimiento, en arrepentimientos y en sentimientos de culpa.
La realidad tiene lugar hoy. Debemos verificar que lo que ocupe nuestra mente sea real. Mis pensamientos deben anclarse en la realidad, descartando la especulación excesiva, el miedo irracional y la paranoia. Volvamos siempre al presente, a la Paz. No dejemos que nuestra propia mente nos dañe. Preguntémonos continuamente, como un mantra: esto que pienso ¿es real?
4 – Contemplar la impermanencia
Miremos a nuestro alrededor. Nada permanece fijo. Constantemente se producen cambios, pequeños, aun microscópicos (una mínima reacción fisiológica, el curso de una puesta de sol) y amplios, grandes cambios, transformaciones. Lo que más nos alteran son los cambios a lo largo de nuestra vida: la madurez, el envejecimiento y la muerte. Nos esforzamos con desesperación por mantener todo bajo control. En vano, por supuesto.
Aferrarse a estrategias personales de control solo aumenta nuestras obsesiones, nuestro sufrimiento. Los problemas se intensifican y perdemos la perspectiva: olvidamos la larga historia de nuestro planeta, la trayectoria de nuestra especie. Olvidamos que nuestra vida se acabará en un abrir y cerrar de ojos, todas las cosas consideradas. Malgastamos el momento presente y así imposibilitamos sentirnos en paz.
¿Qué hacer? Aceptar que lo único constante es la impermanencia. Observar los cambios pequeños y grandes con ese espíritu de aceptación. Cuanto más nos abrimos al fluir de la vida más nos liberamos de los deseos de control y más capaces nos volvemos de soltar la identificación con nuestra mente, y tanto más nos acercamos a la Paz.
Para despedirnos, disfrutemos de las sabias y bellas palabras del monje budista Ajahn Chah:
Si sueltas un poco, tendrás algo de paz,
Si sueltas mucho, tendrás mucha paz,
Si sueltas absolutamente todo, tendrás paz absoluta y libertad.
Sin comentarios