
10 Sep Llorar en la esterilla como práctica del día
Empezar con saludos al sol y rápidamente hundirme en la esterilla llorando.
Empezar a dejar salir algo que lleva demasiados meses encerrado.
Bajo un caparazón que empieza a quebrar.
Dejando entrar algo de luz en la oscuridad.
Sentir que lo que da miedo es iluminar esa sombra.
Que lleva años encerrada y quiere salir, quiere ser iluminada.
Y siento que estoy abriendo un desván que se ilumina con una bombilla vieja tintineante.
Así voy mirando hacia mi interior, limpiando lo poco que llego a ver, para que pueda salir puro.
Y no ensuciar a nadie.
Quiero descubrir primero qué es, cuánto tiempo lleva guardado, quién o qué lo puso ahí.
Y de qué me sirve ahora.
Caen las lágrimas sin que yo sepa porqué, pero intuyo para qué.
Mis lágrimas son el agua salada que limpia lo que esconde mi desván.
Ablanda el caparazón para acceder más fácil.
Dentro hay mucha porquería, que acompaña mi ser más esencial que pide a gritos salir.
Y yo no se muy bien cómo sacarlo.
Porque si dejo entrar mucha luz sería ver de golpe mucha mierda acumulada.
Mejor ir despacito, sacando una a una las cosas.
Sentimientos, que van desde frustraciones, juicios y rencores a perdones, ilusiones olvidadas, mi ser, mi esencia.
La que me diferencia de ti, la que hace que tu que me lees y yo nos complementemos en un perfecto equilibrio.
Voy a seguir mirando qué encuentro.
Creo que saldrá mucha lágrima para poder limpiar y saber que sí sirve y que no.
«There is a crack in everything, that’s how the light gets in»
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